martes, 15 de enero de 2013

 
 
DESMONTANDO MITOS
 
La verdad es que crecer es una faena. Reconozcámoslo. Porque no para uno de llevarse disgustos.
 
Para empezar, tú estás en el parque jugando, viene un perro y le tiras del rabo. Y luego viene tu madre y te tira de las orejas. Y, cuando le preguntas por qué, te dice que a los animales no hay que hacerles daño. Y a ti, que no tienes edad todavía para desarrollar ante tu madre una tesis doctoral acerca de la conveniencia de rajar al lobo de Caperucita, o de convertir en caballos a dos pobres ratas en la Cenicienta, o de matar a no sé cuantos dragones en la Bella Durmiente, no te queda otra que callarte.
Que así estamos ahora: el lobo en riesgo de extinción, las ratas escondidas por las alcantarillas y a los dragones, ya veis, ni siquiera hemos llegado a conocerlos.
 
Ahí es donde empieza uno a crecer y a darse cuenta de lo que es la vida, y empiezan a desmontarse los mitos. Cuando los cuentos que te han contado de pequeño no tienen una aplicación práctica en la vida real, y te obligan a comerte las manzanas coloradas en el comedor del colegio y no puedes decirle a tu padre que su encantadora segunda esposa se porta contigo como una bruja, porque lo achaca al trauma de la separación y te manda al terapeuta.
Luego, a eso de los 8 años viene lo de los Reyes Magos, que no sólo te sirve para no volver a recibir un juguete por navidad hasta que les compras a tus hijos la Play, sino que además desmonta el más importante de los mitos de la infancia: que los padres no mienten.
Más tarde te vas dando cuenta de que tu infancia, que se supone que es el período de la existencia que determina nuestra personalidad, no es sino una sucesión de mentiras que se van desvelando con el paso de los años.
 
Y de que los padres son unos embusteros profesionales.
 
Vamos a ver: empiezan mintiéndote acerca de tus propios orígenes, que es la base de la existencia: te cuentan unas historias increíbles. Y lo peor es que, como entre ellos no se ponen de acuerdo, cada uno te mete una bola distinta. Tú vas a tu padre y le dices: - ¡Papá, papá!, que mamá me ha dicho que los niños salimos de la tripa de la mamá. ¿Por dónde?¿Por el ombligo?¿Y cómo cabemos por ahí?¿Tan pequeños nacemos? Y, si nacemos tan pequeños ¿por qué no nos escurrimos por entre los barrotes de la cuna?¿Y por qué el niño de la del 5º, cuando volvieron del hospital la semana pasada, pesaba más de cuatro kilos?¿Tenía el ombligo pequeño y se lo sacaron por la boca?¿Y por qué entonces no llevaba las marcas de los dientes en la frente?¿Y por qué era negro si los vecinos son blancos? Y si es negro, ¿tendrá el pito más grande? Porque dicen que los negros tienen el pito más grande que los blancos ¿Es verdad, papá?¿Tú has visto alguna vez el pito de un negro?¿Y el pito de un hombre?¿Y por qué las mujeres no tenemos pito?¿Y....... ?
 
Y tu padre, que ya se ha perdido las dos últimas entradas a puerta de Messi, y que es culé de toda la vida, gira la cabeza unos 300 grados, te mira con odio y te dice, empleando el tono de la niña del exorcista:- Oye, mocosa del demonio, ¿por qué no vas a preguntarle todo eso a tu madre? - Porque cuando lo intenté me echó de la habitación y me dijo que los hombres entendéis más de pitos y todas esas cosas. Y que os movéis impulsados por la cola, como los espermatozoides. ¿Qué es un espermatozoide, papá? - Es el mejor amigo de Ken - ¿De Ken, el novio de Barbie? - Sí, del novio de Barbie. Es el amigote con el que se va de putas todos los Viernes por la noche, mientras Barbie se va al salón de belleza con sus amigas. El mismo que se la tira sobre la mesa de la cocina cada vez que tiene ocasión. - ¿Qué se tira?¿Qué es irse de putas?¿Qué...?
-¡¡¡¡¡¡¡Gooooooooooooooooool!!!! ¡¡¡¡¡Gooool de Cristiano Ronaldoooooo!!!!
 
Así que acabas rebuscando por los armarios y al fin encuentras una colección de revistas donde más o menos te pones al día acerca de las putas y los pitos. Y, desde luego, decides desde aquel mismo momento que según que tipo de consultas nunca van a ser atendidas por tus padres. Algunos años más tarde te das de morros con el mito del primer amor, que no es ni muchísimo menos como en las películas. Descubres algo que debería servirte de enseñanza para toda la vida: los poemas que te escribe tu novio no sólo se los ha copiado a Bécquer, sino que además lo ha hecho por indicación de su amigo Pablo, porque él desconoce la existencia de la poesía. Precisamente será Pablo quien te sirva de paño de lágrimas cuando tu novio consiga llevarte al huerto y empiece a pasar de ti. Entonces, Pablo se convertirá en tu amor platónico e imposible de toda la vida. Será tu mejor amigo y te elegirá como madrina de su boda cuando su madre se niegue a acompañarlo en un acto en que jure amor eterno a un fontanero de 1,90 metros de altura y 85 kilos de peso. Con ello caerá el segundo mito más importante después del de los Reyes Magos: los hombres sensibles y comprensivos NUNCA son heterosexuales. Pero, pese a todas estas experiencias, serás lo suficientemente masoquista como para decidir irte a vivir con tu chico.
La búsqueda de piso hace caer el mito de Superman. Sí, porque cuando encuentras el piso que puedes pagar, descubres que no sólo eres capaz de oír a través de las paredes, sino que además adivinas el porvenir. En cuanto oyes volver a los del piso de arriba a más de las tres de la mañana, vaticinas: Esta noche tienen bronca. Y de las gordas. Y así es.
Un par de años más tarde te planteas la maternidad y se viene abajo otro de los mitos: el de la conciliación familiar. Y es que tú, que trabajas en una empresa privada, no consigues que tu jefe entienda que, si has dejado a la niña con 39 de fiebre, quieras llamar a media mañana a ver qué tal está. Para estas alturas, el mito de compartir las tareas domésticas y paterno-maternales con tu pareja ya está más que enterrado, de modo que intentas apañarte el tiempo como buenamente puedes y un día, a punto de cumplir los 39, te miras en el espejo y te das cuenta de que lo tuyo sólo lo solucionan el bótox o el divorcio.
Y optas por el bótox. Y, cuando ves los resultados, descubres que lo de que la arruga es bella no sólo es un mito, sino también una trola más gorda que la de la cigüeña.
Precisamente a raíz de lo del bótox los amigos de tu pareja empiezan a tirarte los tejos. El se acojona, decide ponerse las pilas, echarte una mano con la casa y la cría, empezar a hacer footing, leer a Neruda y empollarse el Kama Sutra.
 
Y precisamente en ello estáis una noche, desmontando el mito de que el declive sexual empieza a los 40, cuando la nena entra en la habitación clamando como una magdalena: - ¡Mamá!¡Papá! ¡Que me ha dicho la Vanesa que los Reyes no existen, que son los padres, y que este año me van a traer un chándal del Eroski en lugar de la PlayStation!
 
¡Hosti!¡Si estáis follando!

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