lunes, 28 de enero de 2013

 
 
EL TRUCO
 
Andaba el pobre mago muy quemado aquella tarde: entre la maldita crisis y la policía local le estaban haciendo la puñeta. Apenas había reunido unas monedas en su chistera negra. La gente pasa y mira pero no saca las manos del bolsillo, pensaba. Y el atardecer se aproximaba, amenazante y sombrío, anunciándole que tampoco esta noche tocaba cenar caliente. Vivía de okupa en una casa abandonada con unos colegas. No era un tipo marginal, ni conflictivo, ni ninguna de esas pamemas que se inventan los sociólogos para justificar su sueldo.
Era un artista: incomprendido, bohemio, idealista…
 
Un artista, en fin.
 
Pero incluso un artista tiene necesidades que cubrir, de modo que cuando aquella señora de enigmática sonrisa colocó delante de sus narices un billete de 50 € y le dijo, señalando al llorón y revoltoso gatito que su nieto traía entre los brazos y que parecía tener a la señora bastante descontenta: “Son tuyos si lo haces desparecer en tu chistera”, al mago se le pusieron los ojos como platos.
 
Cogió al animalillo que la vieja había arrancado de los brazos del niño y lo introdujo en el sombrero. Cerró los ojos y se concentró en el sortilegio. Era complicado, porque la criatura no paraba de llorar y de llamar a su gatito. Al mago el niño le dio un poco de pena, y al menos en un par de ocasiones abrió los ojos, miró al chaval e introdujo sus manos en el interior de la chistera. El animal era suave, estaba calentito y le lamía los dedos con dulzura… tenía que ser un compañero de juegos estupendo, se dijo mientras la vieja sacudía el billete ante sus ojos, haciéndole sentirse como Pinocho ante Pepito Grillo.
 
Le pudo el ruido de las tripas. Colocó la chistera sobre una de sus manos y la cubrió con la otra. Pronunció las palabras mágicas y una nube de denso humo envolvió durante unos segundos su oscura silueta.
 
Al disiparse la humareda, la anciana tomó a su nieto de la mano y le dijo:
“¿Has visto, mi niño, qué mala es la ambición?”

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