jueves, 28 de febrero de 2013




TAN FÁCIL…
 
Se dejó caer sobre el sillón, incrédula y desmadejada. En su cabeza se mezclaban las imágenes mil veces vistas en la tele de camillas cubiertas con una sábana, de testimonios de vecinos diciendo “No lo entendemos, llevaban toda la vida juntos y nunca les oímos discutir”, de noticias escuchadas como el sonido de la lluvia en los cristales, un ruido inquietante y familiar, con el recuerdo de los ojos de él, redondos y enrojecidos, alienados, enemigos.
Asesinos.
 
Él se había puesto a caminar por el pasillo, ya tranquilo, borrado de su mente el episodio que ni siquiera era consiente de haber vivido, arrastrando los pies y balanceando su oronda silueta, abotargada por el sedentarismo y la medicación. Se acercó a ella y le tendió la mano para acariciarle la mejilla. Ella se zafó rápidamente, asustada y colérica, y él insistió. Le rozaba la cara torpemente, con sus dedos hinchados y nudosos, y ella lloraba, medio de miedo, medio de alivio y medio de ternura. Miró a los ojos a aquel hombre junto al que había pasado tantos años y no vio sino amor. Amor y olvido. Y le tomó las manos, besándolas, bañándolas en lágrimas, mientras pensaba en lo fácil que es matar a una mujer.

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