martes, 19 de marzo de 2013



 
PADRE
 
Fuiste primero el hombre que veló mis sueños,
los labios amantes,
el que puso nombre a todos los objetos.
 
Fuiste la dulce nana que calmó mi llanto,
que meció mis miedos,
que guió de cerca mis primeros pasos.
 
Fuiste el árbol robusto en que apoyé mi espalda,
fuiste mi cobijo,
la alargada sombra que el calor aplaca.
 
Fuiste roca impasible en tiempo de caprichos,
serio, inabarcable,
cuando yo era toda rabia y torbellino.
 
Fuiste manos abiertas, alma generosa
en los duros años
de enmendar errores, de cambiar las cosas.
 
 
Lo fuiste todo para mí, y quisiera
que no partieras nunca,
que nunca me olvidaras, que las cuencas
de tus errantes ojos
se llenaran de brillo, se encendieran
como antaño,
a la tímida luz de las ideas.

 

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