TE
ACOMPAÑARÉ
Desde
el primer instante supo que era imposible persuadirlo. Tan bien lo conocía, tan
íntimamente unidas estaban sus almas que adivinó que las súplicas, los
razonamientos, el chantaje incluso, serían en vano.
De modo
que finalmente se armó de valor, encerró bajo llave a su maldita conciencia y
le confesó que estaba de acuerdo con él desde el principio, y que la decisión
de partir precisamente en ese momento le parecía la salida más digna. Y la más
acertada para todos.
Incluso
para él.
Eligieron
una noche de lunes, cuando las ciudades están tranquilas. Cenaron en un
italiano y después tomaron un par de copas o tres, lo suficiente para
envalentonar el espíritu pero sin pasarse, que ya se sabe que el alcohol tiene
la desdichada virtud de amplificar la tristeza.
Caminaron
un rato por las calles estrechas y solitarias, charlando en voz baja, riendo
sin ganas. Iban despacio, muy despacio, parándose delante de las vitrinas de
los escaparates apagados que miraban sin ver.
Llegaron
a su casa pasada la medianoche. Él lo dispuso todo meticulosa, serenamente.
Ella lo contemplaba en silencio, apoyada en el marco de la puerta, sin
atreverse a hablar, a moverse, a importunar su labor.
Cuando
todo estuvo preparado ella se acercó a la cama, sentándose tras él, abrazándolo
con fuerza mientras él vaciaba el
contenido del vaso. Le hablaba en voz baja, ahora sí, de cosas importantes, de
todo lo vivido, de aquella amistad extraña y ambigua, casta e inquebrantable,
que habían compartido durante tantos años. Poco a poco su cuerpo fue perdiendo
estabilidad, y se fue dejando caer, apoyado sobre ella, hasta acabar tendido
sobre la cubierta de raso. Ella siguió hablándole queda, dulcemente, ya de
incoherencias, de banalidades… palabras sueltas sin forma y sin sentido… mirándole.
Hasta
que sus ojos se cerraron del todo y su respiración se convirtió en un runrún
pesado y rítmico, y ella se tendió junto a él, llorando, ahora sí, pero en
silencio, apretando su cuerpo contra el del querido amigo en un intento de
traspasarle un leve hálito de vida, de esa vida que se le iba escapando, ya era
hora, por fin.
Y para
siempre
No hay comentarios:
Publicar un comentario