jueves, 19 de septiembre de 2013




LA OTRA

Desde el momento en que nos miramos ya no existió nada más. Me atrajo su sonrisa, cálida y franca, que contrastaba con esos ojos apagados. Nos veíamos con frecuencia, hacíamos trabajos juntos y lo que en principio era una simple atracción se convirtió, al cabo de unas semanas, en un amor como yo jamás había sentido.
Él me huía en un principio: me hablaba tímidamente y evitaba mirarme de frente, pero yo sentía no obstante cómo su respiración se aceleraba al acercarse, y cómo sus manos temblaban al dejar los papeles sobre mi escritorio. Y mientras él reprimía sus impulsos mi corazón iba cada día más acelerado: empecé a arreglarme para ir al trabajo, me compré ropa, me teñí el pelo, perdí varios kilos sin necesidad de dieta: simplemente no tenía gamas de comer: me alimentaba con su presencia y sus palabras, con sus tímidos gestos, con su mirada esquiva.
Hasta el día en que él vio que las cosas estaban llegando demasiado lejos y me habló de ti. Que no quería herirme, me dijo. Que me quería pero que no era posible, me dijo. Que le olvidase, me dijo. Que llevabais demasiados años juntos, me dijo.

Pero yo no le escuchaba. Lo único que oía eran los latidos de su corazón y el crujido del mío al desgarrarse. Quise morirme. No era justo renunciar a él sabiendo que existía. Es lo que tiene el amor: puedes vivir tranquilamente hasta que descubres que esa persona existe y ya no es posible continuar sin ella.

Pasamos semanas esquivándonos. Pidió un cambio de departamento y ya apenas nos veíamos. Pero de vez en cuando nos cruzábamos en los pasillos y nos mirábamos con tristeza, como dos reos condenados a cadena perpetua.

Coincidimos de nuevo en la fiesta de fin de año. El resto ya lo sabes. No espero tu perdón. Sólo te pido que vuelvas la vista hacia el pasado y recuerdes los primeros tiempos, antes de convertiros en los desconocidos que ahora sois: los primeros tiempos, cuando él era lo más importante, cuando se te aceleraba el pulso sólo con mirarle, cuando pensabas que no podía existir más dicha que la de pasar la vida el uno junto al otro.
Cuando le amabas y él te amaba a ti.

Pues bien: así es como me siento yo ahora mismo.



Firmado: La Otra

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