TARJETAS
Ya no
me cabe la foto
de mi
novio en la cartera…
ya no
me caben los kleenex,
ya no
me caben las perras…
Y es
que el espacio que antaño
ocuparon
las monedas
y los
billetes lo ocupan
hoy un
millar de tarjetas…
Todo
empezó con la Visa,
tan
funcional y moderna,
que lo
mismo te servía
para
pagar una cuenta
del
súper, que pa sacar
cuatro
o cinco mil pesetas
del
banco sin hacer cola
y sin
la oficina abierta.
Luego
llegó la del nif,
oséase
la de hacienda,
más
tarde la sanitaria…
Y
después, y a tumba abierta
se
desató de repente
una
lluvia de tarjetas:
La
travel club, tan azul,
tan
generosa y viajera,
la del
corte inglés, tan verde
tan
pija, tan pinturera,
la del
día, colorada
como
una capa torera,
la del
carrefour, que tiene
dibujadita
una flecha,
la del
eroski, que es red
y te
deja sacar perras,
la del
cine, la del párking,
la de
la gasolinera,
la del
café de la esquina,
la del
salón de belleza,
la de
la peluquería,
la del
gimnasio, la nueva
Visa
que aún no has activado
porque
funciona la vieja
y que
llevas, por si acaso
metidita
en la cartera.
La
tarjeta para el metro,
la
tarjetita de Iberia,
la de
fichar en el curro,
la del
bus, la de la escuela,
la del
club de vacaciones
y la de
la biblioteca...
Y yo es
que ya me confundo…
ya no
sé cual es la buena,
llevo
al día la de eroski
y se
enfadan las cajeras,
llevo
al médico la travel
y no me
dan las recetas
llevo
al banco la del cine
y me
mandan a la mierda…
No
puedo más, lo confieso…
Esto ya
se me apodera…
Por
dios, si hasta el otro día
el
mendigo de la acera
del
super me colocó
en la
mano una tarjeta
de
fidelidad que dice:
“Su
pobre de cabecera
le
agradece las propinas
y le
sujeta la puerta”
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