martes, 16 de septiembre de 2014



KILÓMETRO CERO

Sostenía el volante de forma mecánica, las manos apoyadas sobre el arco superior, una sucesión de giros rutinarios tantas veces realizados… La lluvia salpicaba los cristales, una cortina transparente y resbaladiza, al tiempo que las lágrimas le caían en forma de torrente, la nariz moqueando, casi sin respiración mientras la radio escupía a todo volumen el “Have a nice day” de los Bon Jovi, despertando en su interior una sensación de rabia y de tristeza que le hizo gritar a todo pulmón dentro del habitáculo, su voz resonando en los oídos y una frase rebotando en su cabeza, de lado a lado... “mierda de vida-mierda de vida-mierda de vida…”, cuando la curva apareció delante suyo de improviso: cerrada, inabarcable, inesperada… y el gris horizonte de amenazadoras nubes se la antojó terroríficamente próximo, y el coche planeó hacia el infinito. Y cerró los ojos con fuerza, como si con ello pudiera cambiar el curso de los hechos, y se agarró al volante, y apretó los dientes, la respiración contenida, y durante unos segundos inacabables sintió cómo todo giraba… una… dos… tres veces… y al fin la ausencia y el vacío.
Abrió los ojos, temiendo lo peor. La lluvia había cesado y las gotas resbalaban por el cristal, tímidamente, ridículos hilillos polvorientos. Tras el resquebrajado vidrio se extendían hectáreas de viñedos anegados. Las nubes se habían ido disipando poco a poco y no muy lejos, a la izquierda, pudo avistar el resplandor de los faros de los coches que circulaban por la carretera. Y rompió a llorar de nuevo, la barbilla apoyada sobre el colchón del airbag. Y la rabia y la tristeza rodaron, líquidas y saladas, por sus ardientes mejillas, mientras sus manos escarbaban en el interior de la guantera en busca del teléfono.

#SafeCreative Mina Cb
Óleo de Gregory Thielker

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