martes, 9 de septiembre de 2014






LA CAZA

La carcasa vacía,
el cuerpo eviscerado
y un silencio inquietante, un martilleo
que comprime las sienes.

Acabó al fin el juego
y en el suelo reposan los restos del venado,
un frágil cervatillo de larguiruchas patas
y débiles rodillas…
Un ágil e inexperto cachorrillo travieso:
un blanco fácil,
un manjar codiciado…

Fue efectivo el reclamo:
el cazador obtuvo por fin el beneficio
de su inversión.
Más de doscientos euros por un puto silbato
para atraer la presa
y más tarde atraparla,
despellejarla aún viva,
escuchar, impasible, sus gritos
y arrancarle los miembros
uno detrás de otro…
Contemplar su agonía,
obrar con parsimonia,
deleitarse….

Y al final
arrancarle las vísceras de cuajo
sin usar la navaja,
con los dientes:
morder el corazón, lanzarlo lejos…
escarbar entre la babosa y resbaladiza maraña
de intestinos, costillas y pulmones
y seguir desgarrando con las fauces…

(Ya no es humano el cazador, que es fiera:
lo fue desde el principio.)

Y una vez satisfecho su apetito
levantarse y marchar,
la cabeza girada, un último vistazo al espectáculo
de un cuerpo desgajado, ya inservible
que espera la llegada de los buitres…

“Carpe diem”, se excusa, el muy canalla,
mientras parte, indolente,
en busca de otra presa…

#SafeCreative Mina Cb

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