miércoles, 12 de noviembre de 2014



COMO A TI MISMA

La estancia en penumbra dibujaba sus formas en azul; una silueta danzarina en el silencio: sus cabellos sueltos y ondulados cubriéndole el rostro parcialmente, la sonrisa traviesa y esos hoyuelos que tanto le gustaban; el cuello corto y fuerte, musculoso como el resto de su anatomía, los hombros huesudos y algo caídos, como una percha un tanto deformada… pero hermosos, de suave terciopelo. Los rozó suavemente, las yemas de los dedos deslizándose sin prisa hacia la curva línea de sus pechos, las rojas aureolas, los pezones enhiestos que pellizcó con las uñas, como a ella le gustaba hasta que se pusieron duros como dos garbanzos… y el descenso perezoso hacia su pubis, el índice apuntando hacia la línea recta que surcaba el tronco, incitante, sin llegar a tocarla, haciéndose sentir a través del fino vello que se erizaba al leve contacto de la yema, recreándose en torno a los pliegues del ombligo, sacudiéndola por dentro, un hondo suspiro que la hizo cerrar los ojos y arquear la espalda… Y al fin el destino, la zona prohibida, la maraña velluda y sonrosada entre la que los dedos se enredaron, juguetones, en busca de los húmedos labios que salían a su encuentro, ya encendidos de gozo y de ansiedad, lúbricos y expectantes, ardiente savia en una flor abierta y colorida, famélica, ganosa, ya caníbal, que atraía los dedos hacia su piel, suave y resbaladiza, confortable y fragante, invitándolos con su dulce ronroneo a deslizarse, trazando círculos, bailando, recreándose en el acto de amasarla, de embadurnarse con sus jugos para luego resbalar sobre los mismos e introducirse en ella, empapados y dulces como azúcar quemado y hacerla, poco a poco, perder la compostura y los sentidos, y encorvarse y gemir, y tensarse lo mismo que las palas de un arco, rígida y ya entregada por completo, un sollozo larguísimo y ahogado tras el que su sexo estalló, y se abrió, y se derramó sobre sí mismo, y el cuerpo se envaró hasta quebrarse casi antes de hacerse marioneta, y desplomarse inanimado, lánguido, vacío… una muñeca rota y agotada tras el juego que la miraba, satisfecha y pícara, desde la solitaria imagen del espejo.

#SafeCreative Mina Cb
Fotografía de Ouka Leele

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