sábado, 24 de enero de 2015



HUMO EN LOS ZAPATOS

No tenía dónde caerse muerta pero se los compró. Fue superior a ella. Entró a la tienda por curiosidad, con una amiga, a experimentar la tontería esa de saber qué se siente con los pies dentro de unos zapatos de ochocientos euros. Así que casi se fundió la nómina de mileurista el día tres. Y con la hipoteca sin pagar. Pero en fin, Dios proveerá, como solía decir su abuela.

Le metió a su familia una bola del quince para que la ayudasen a pasar el mes. Les contó que le habían robado la cartera y, mira tú por donde, introdujeron la tarjeta en un cajero y adivinaron el número secreto. Si es que saben cada vez más estos chorizos. Tan lejos llevó la comedia que hasta se inventó a un eslavo cabezón y con perilla que había podido echarle la mano al bolso en unos grandes almacenes.
Pero quiso la fatalidad que la policía diera con un fulano que se parecía bastante al de la descripción de la “fashion victim” y al pobre chaval lo empapelaron sin comerlo ni beberlo. Y ella, que ya no podía sino seguir con la trama, se presentó en la rueda de reconocimiento y dijo “Sí” detrás de la ventana que le permitía verlo sin ser vista. Y así el mocete se comió un marrón de mil narices sin saber por qué ni por qué no.

Claro que, como también decía su abuela, Dios castiga sin palo, y el mismo día en que estrenaba su flamante par de Manolo Blahnik para asistir a la boda de una prima, el tacón se le enganchó en una rejilla cuando se disponía a cruzar una calle con mucho tráfico y un coche la arrolló, arrastrando su glamourosa anatomía durante unos cuantos metros y dejando atrás, prendido del enrejillado, el valioso, maltrecho y aún humeante zapatito.

(Y colorín, colorado…)

#SafeCreative Mina Cb

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