jueves, 19 de marzo de 2015



QUERIDO PAPÁ
(EL MUNDO AL REVÉS)

He estado dudando un buen rato acerca de cómo encabezar esta carta. Lo de “querido papá”, en fin… se daba poco en nuestros tiempos, cuando vosotros comíais dos huevos y a nosotros nos llovían tortazos por todas partes. Lo de “hola papá” también lo he pensado, pero es una fórmula como más amistosa: de carta a un coleguilla… ahora que ya nadie escribe cartas además. Y luego que yo siempre he sido un poco antigua para según qué cosas, ya lo sabes… Y demasiado moderna para otras, como esa tendencia un pelín feministorra que te cabreaba tanto, y que te hacía soltar tantos juramentos. Sin embargo, y ya ves, nunca me ha salido el tutearte, pese a que con el paso de los años te volviste indulgente y llegaste a pasar treintaytrés de aquella historia tan caduca que hacía que algunos compañeros se rieran de mí en las tertulias del patio del colegio. Me acostumbré al usted y ahí nos quedamos, estancados. Y ya no cambié el chip, si es que en el fondo soy una carroza, ya te digo…

Pero a lo que íbamos: que no sabía cómo empezar con esta carta, que a estas alturas ya me dirás tú a mí para qué sirve, cuando las cosas hay que decirlas en su tiempo, esto es, cuando los dos están en condiciones de enterarse… y no ahora, que tú estás ya tan pachuchito. Pero igual es por eso… porque ahora que estás así, casi en plan niño, te siento más cercano y menos imponente. Ahora que ya no haces el pino, ni nadas panza arriba imitando a las ballenas, ni dibujas caballos montados por tipos con chistera. Ni conduces ni fumas ni haces crucigramas. Ahora te siento tan cercano que te digo bajito que te quiero, y te beso y te abrazo. Porque antes eras tan grande que yo no me atrevía. Pero no lo lamento, no te creas… Ni muchísimo menos. Porque, aún siendo inabarcable como eras siempre te supe próximo. Y amante. Me gustaba escuchar tus cuentos los domingos, y verte levantar nubes de polvo cortando los tablones. Aún me corren hormigas por las tripas cuando huelo el serrín en el Ikea, que ya ves tú que incongruencia. Que a ti te llevan a un sitio de esos y no harías más que sacarles faltas a los muebles. Y es que nadie trabaja como tú lo hacías. Nadie ya. Todos vamos deprisa y sin fijarnos. Y no escuchamos a los que nos dicen, como hacías tú, que hay que tomarse el tiempo necesario. Y hacer las cosas bien. Y deshacer lo armado si hace falta. Para volver a ensamblarlo en condiciones… ¡Ay, cuántas veces me he acordado de eso mientras andaba armando y desarmando las piezas de mi vida! Y mientras, tú mirabas en silencio. Sin criticar y sin mover un músculo. Pero siempre a mi lado. Siempre atento. Siempre enfadándote si flaqueaba. Porque las cosas para ti no fueron fáciles. Y sabías muy bien que hay que ser fuerte. Y no mostrar bajezas que el enemigo puede aprovechar para atacarnos. Y no desfallecer. No amilanarse. No dejarse pisar y ser valiente. Sin invadir espacios que no nos pertenecen. Ni ambicionar vivir como los otros. Porque nunca se saben las miserias que esconde cada casa.

Y ahora ya ves… no queda nada de eso. Tu cabeza es un totum revolutum donde se mezclan guerras y serruchos. Y ya no sé qué piensas. Y no sé qué decirte. Porque hoy ya todo es obvio. Y accesorio. Y absurdo. Hoy me quedan tus manos solamente. Y en ellas me refugio, emocionada y muda. Primitivo contacto de una niñez remota en que yo no era nada y tú lo fuiste todo.

Es el mundo al revés.

#SafeCreative Mina Cb

No hay comentarios:

Publicar un comentario