lunes, 8 de junio de 2015



LA EXTRAÑA PAREJA

Era pequeña y rubia y llevaba un vestido de rayas de corte recto y clásico. Él la acompañaba, su mano apoyada sobre el hombro de ella, la ropa de trabajo sucia y una larga melena castaña que le brotaba de la parte de la cabeza que llevaba sin afeitar. Le hablaba dulcemente y de vez en cuando se inclinaba y la besaba en las mejillas. Varias veces en cada carrillo y haciendo ruido, no esa mierda de besos que casi ni te rozan. Ella le reprochaba el haber llegado a la cita con retraso y él le respondía, paciente, que tan sólo se había demorado cinco minutos. Y señalando a sus ropas polvorientas, le decía que ni siquiera había ido a cambiarse para poder pasar un ratito a su lado. A ella le ha debido de convencer la explicación, porque de inmediato ha cesado en sus reproches y han seguido los dos caminando, ella apoyada en él, él hablándole todo el rato. Hasta que el chico ha tenido que marcharse y la mujer se ha quedado mirando cómo el chaval desaparecía tras doblar una esquina de la plaza. Ella se ha vuelto. Le he calculado unos ochenta y cinco. Y un poco estirada, la verdad. Y se me ha ocurrido imaginar qué hubiera pensado esta señora de haberse cruzado con el zagal de las sienes rapadas, la melena y el árbol de pendientes cualquier noche de invierno a la vuelta de misa de ocho, la calle oscura y solitaria, en compañía de un grupo de amigos de su mismo aspecto y ataviados con la ropa que utilizan los jóvenes en lugar de con un traje de faena. Y me han venido a la cabeza, una vez más, todo ese cúmulo de prejuicios y de tonterías que nos hacen perder la ocasión de conocer a tanta gente interesante.

“¡Vaya un nieto guapo que tienes!”- le he dicho a ella cuando ha pasado junto a mi.

Ni siquiera me ha oído.

#SafeCreative Mina Cb

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