sábado, 17 de octubre de 2015



ME CONFIESO PROMISCUA

Ya desde niña se me vio el plumero,
siempre entre el Trueno y el Jabato
y pasando treintaytrés de Zipi y Zape,
que me parecían unos ñoños sinsustancia
que no pensaban en otra cosa
que en jugar al balompié.

Luego anduve con Lope y Calderón
ambos al mismo tiempo
y confieso que, en mi afán depredador,
hasta a los clásicos me metí en la cama,
que lo mismo me daba Ájax que Edipo
aunque no entendiera a ninguno de los dos…
El que no me gustaba era Quevedo,
que llevaba fama de matón
y de macarra
(ha llovido desde entonces, jeje…)
y para terminar la infancia,
y en el momento en que empecé a amar de verdad
y pese a las insinuaciones de Machado
fue a las de Bécquer a las plantas
de quien finalmente me rendí
(¿qué es poesía….?)

Luego se me quedó pequeña Europa
y además, ya puestos,
igual me daba párrafo que estrofa
y allende los mares que me fui…
y caí presa, para gustos los colores,
(y con la cantada que acaba de pegarse)
de don Vargas Llosa, Mario,
en vez de de Gabriel
que era el que se llevaba al huerto a todas mis amigas…
Más tarde me dio por los gnomos
y pasé unos años dispersa
por los mundos de Tolkien y gente parecida.

Y hoy ya confieso,
entrada en décadas y sin pudor alguno,
que he vuelto a las andadas
y que tengo a Cortázar en la alcoba
compartiendo espacio con una antología
de vates subversivos
y sin olvidar a Bécquer
que siempre anda rondando por el cajón de la mesilla
puesto que el armario
acostumbro a usarlo para otros menesteres.
Luego tengo a Bukowski en el salón
y de vez en cuando
le pongo al lado botellines de cerveza
para que así se sienta como en casa.
A Panero (Leopoldo) lo coloqué en el baño
sobre el cubo de la ropa sucia.
Fue involuntario pero ahí se quedó el pobre
(es bonito mi cuatro de baño: tiene cuadros modernos
y un espejito de marco azul monísimo)
Y por fin,
y porque no hay más estancias en el apartamento,
sobre la mesa de la cocina tengo
a un poeta local.

Y eso sin olvidarme de mi Marwan,
al que descubrí hace no demasiado
y del que estoy secretamente enamorada
(pese a la diferencia de edad y a su volumen
que lo convierte en un mal compañero de viaje)
porque habla de la vida en unos términos
que casi me hace sentir
que soy yo quien escribe…
¡Y además es taaaaan romántico!

Pero no creáis que queda ahí la cosa,
puesto que no sólo los simultaneo,
sino que además los intercambio,
se los paso a mis amigas
y ellas me dan los suyos,
y nos los devolvemos
al cabo de semanas
bien manoseados
y oliendo a carne ajena,
con ese valor añadido de las cosas recuperadas
después de un tiempo
que se nos antojan nuevas
y que volvemos a gozar
como si fuera la primera vez.

#SafeCreative Mina Cb

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