lunes, 6 de junio de 2016



DE BARRA

Estoy desesperada. Esta situación va a terminar conmigo. No como, no duermo y apenas paro en casa. Es un sinvivir. O más bien en un conbeber. Porque no hago otra cosa. Que beber digo. Me da igual whisky que café que cocacola. El caso es verlo a él. Es un bombón. Macizo y lleno de tatuajes. Y un poco macarrilla, la verdad. Pero me da lo mismo. Yo voy y pido lo que sea. Con alcohol o sin él. Caliente o frío. Mezclado o agitado. Normal o zero. Él me lo sirve y yo me quedo ahí. Pegada a la barra. Mirándolo. Cómo va y viene. Cómo seca los vasos. Ese movimiento con el paño. De arriba abajo. De abajo arriba. Frotando el borde. Masajeando el cilindro. Y me imagino cosas. Cosas que yo le haría. Como al vaso. Y pienso si por ahí también tendrá tatuajes. Por la parte del cilindro. Alguna vez me he atrevido a preguntárselo. Porque esa es otra. El riesgo que tiene lo de agarrarse a la butaca. Que según lo que pidas se te acaba notando. Y dices cosas que no deberías haber dicho. Y te pillas rebotes cuando sonríe a otras. Que es casi todo el tiempo. Porque las niñas le van detrás como las ratas al flautista de Hamelín. Y luego los rumores. Que si es gay. Eso dicen. Pero para mí que les pega a los dos palos. Porque a veces me mira y parece que le gusto. Solo a veces. Y un poco nada más. Pero yo no pierdo la esperanza. Le voy a buscar la cena. Le recojo las mesas. Le barro el suelo. Le saco la basura. Hasta le ayudo con los barriles de cerveza. Para que acabe antes. Luego al salir echamos la persiana. Y entonces saca el móvil, mira los mensajes, elige uno, lo contesta y me da las buenas noches.

Tengo que conseguir su número.

#SafeCreative Mina Cb

No hay comentarios:

Publicar un comentario