domingo, 5 de junio de 2016



NO NOS GUSTA LA POESÍA

Viernes tarde en el stand de Pregunta Ediciones de la Feria del Libro de Zaragoza. Dos chiquillas. Unos trece-quince años. Pasan. Observan los libros. David les dice, ojead éste (el mío) y ellas nos miran espantadas. No les gusta la poesía. Yo echo mano del eslogan de la tónica aun a sabiendas de que son muy jóvenes para conocerlo. Eso es que la habéis leído poco. O que no habéis dado con lo que os va. Les enseño ese antiquísimo poema que escribí con quince años. Lo leen. Me miran incrédulas. Como sin tragarse que una tipa de la edad de su madre (por ahí andaremos, me imagino) haya podido describir lo que ellas, seguro, están sintiendo ahora. Sonríen. Dejan el libro. Se van. Me olvido. Al cabo de un buen rato aparecen de nuevo. Se acercan. Me miran. Sacan el dinero. Billetes arrugados y moneas que recuentan una y otra vez. Su tesoro. ¿Os lo vais a llevar? Sí, me responden. Cojo uno. Le escribo a la chica algo acerca de la felicidad, sola o con alguien pero de la felicidad. De que hay que buscarla por una misma. Y ya. Su amiga me dice que se va a llevar otro. Se llama Lucía. Mi caótica memoria ha extraviado el nombre de la primera. A esta le hablo solo del amor porque la veo menos cabeza a pájaros. Menos tendente a darlo todo y luego acabar llorando a mares. Como me pasa a mí. Me dan las gracias. Sonríen y se van. Y yo me siento la tía más feliz del mundo.
Solo hay una cosa que lamento.
 
No habérselos pagado yo.

#SafeCreative Mina Cb

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