sábado, 31 de diciembre de 2016

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 COMO LA AGUJA SOBRE EL VINILO

Al año que viene no le pido nada. Nada extraordinario, quiero decir. En fin… le pido lo de siempre. Que no se lleve lo esencial. Que es la gente importante. Y menos la que tiene cosas por hacer. La que no ha completado aún la trayectoria. La imprescindible.
Al año que viene no le pido milagros. O seas cosas descerebradas en plan que Planeta me lea y decida que soy la hostia y me lance a lo salvaje y mi obra se edite en plan guay con mucho papel, sin restricciones de espacio por la pasta y hasta con sitio para dibujitos y hojas de color y presentaciones y firmas en la Casa del Libro de Madrid. Que una es soñadora pero no es hombre atractivo ni tiene treinta años.
Al año que viene no le pido un décimo premiado en el sorteo del Niño, que eso no te da ni para pillarte una excedencia. Le pido conservar el curro y poder seguir siendo independiente. Si es caso reducir jornada, que voy teniendo los huesos como para hacer cocido. Y ya puestos, y de nuevo en plan seamos realistas busquemos lo imposible, una primitiva de esas que ni siquiera te molestas en despedirte del trabajo porque a las dos horas del sorteo ya estás rumbo a Hawai.
Al año que viene no le pido que me quite años. Ni siquiera dolores. Pese a lo de los huesos. Ni arrugas ni canas. Aunque sea un rollo lo de las cremas y los tintes. Ni cicatrices en el alma, porque gracias a ellas soy como soy ahora. Como mucho le pido que me conserve intactos el entusiasmo y la energía necesarios para seguir atreviéndome con cosas que jamás había hecho. Y eso sin dejar de ocuparme de las que ya tengo entre manos.
Al año que viene no le pido amigos influyentes. Que al fin y al cabo no sirven para mucho si uno no tiene el talento necesario. Ni contactos de farándula, que en este mundo hay muchos, con los que hacerme fotos para colgarlas en el Facebook y que luego a los dos días no se acuerden de quién soy. Me conformo con seguir rodeada de personas que ponen el corazón en lo que hacen y que nunca te niegan su talento. Ni un beso o un abrazo o una palabra amable. Y en cuanto a las gentes ponzoñosas, en fin, solo deseo ser capaz de detectarlas y alejarlas de mi lado de inmediato. O mantener la distancia necesaria si no me queda otro remedio que tratar con ellas. En definitiva, evitar que me hagan daño.
Al año que viene no le pido fama ni fortuna. Le pido ideas. Y experiencias que las alimenten. Y personas bonitas con quienes compartirlas. Y lugares bellos a los que hacerlas viajar. Y muchas risas y pocas lágrimas. Y sol y atardeceres por el campo. Y sobre todo paz. Y hasta el amor, eso sí, siempre que el hecho de tenerlo no signifique renunciar a lo demás.
En fin: que al año que viene le pido, si se me permite el símil, que se deslice, oscilante y melodioso, lo mismo que la aguja de diamante sobre un disco de vinilo.

#SafeCreative Mina Cb

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