jueves, 22 de diciembre de 2016

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 OJOS DE NIÑO

Han llegado como cada año, con sus zambombas y sus bufandas. Y el profesor con la guitarra. Piden permiso, invaden la entrada del local y cantan villancicos. Y la gente se turba y se emociona y habla, como Dickens en el cuento del avaro, de las Navidades futuras, presentes y pasadas. Y a mí, lo reconozco, se me saltan las lágrimas al ver a esos chiquillos con la ilusión intacta, disfrutando de un día de fiesta sin estar encerrados en el cole, cantando a voz en grito y alborotando cada lugar por el que pasan. Ya han escrito, seguro, la carta a Papá Noel. Y al Olentzero. Y a los Reyes. Y han llenado la casa de bolas y el belén de figuras de Star Wars. Y esperan la llegada del día veinticuatro con un delicioso nerviosismo. Más o menos como nosotros el sorteo de lotería pero sin hacer planes idiotas como comprar una casa más grande para luego quejarnos de que hay mucho que limpiar.
Ellos aún ambicionan cosas simples, como ver a sus abuelos y a sus tíos con la mirada limpia, cenar cosas ricas y acostarse tarde para, al día siguiente, jugar con lo que encuentren bajo el árbol. No saben, o acaso no recuerdan, que millones de niños no tienen qué comer o que la gente se mata por las calles en algunos lados del planeta.

No lo saben y ojalá que no tuvieran que saberlo nunca. Ojalá que ellos fueran el primer eslabón de la cadena que cambiase el destino de la humanidad y acabara para siempre con esta inagotable máquina destinada a borrarles, poco a poco, ese brillo que hoy les inunda la mirada.

#SafeCreative Mina Cb

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