lunes, 16 de enero de 2017

No hay texto alternativo automático disponible. 


 EL UKELELE

Lo vieron justo una semana antes de que a él se le acabase el amor de golpe y sin remedio. Lo había acompañado a comprar unas púas y decidió en ese mismo instante que se lo iba a regalar. Así que el fin (fue una ruptura de esas modernas, por whatsapp) la pilló con el ukelele en casa , empaquetado y a la espera del próximo reencuentro. Que fue cuando él pasó por su piso a recoger algunas cosas que tenía allí. Y ella decidió entregárselo, total, que lo tuviera de recuerdo. Y él aceptó, un tanto receloso, pensando que aquello podía ser un regalo envenenado.

Al cabo de dos días se desató la tormenta de reproches que suele acompañar a esta clase de rupturas una vez que se produce el despertar y el ukelele se convirtió en el arma arrojadiza que cada cual tiraba sobre el otro. Él no quería conservarlo y ella se negaba a que le fuera devuelto. Y mucho menos a, como él le sugería, regalar de nuevo a alguien un objeto cargado con una energía emocional tan negativa.
De modo que él se lo quedó a regañadientes tras anunciarle que pensaba condenarlo en un rincón y no tañerlo jamás de los jamases.

No volvieron a verse.

Hace días ella encontró una llamada perdida de un amigo de él. No se dio cuenta de que había un mensaje de voz en el teléfono hasta pasadas unas horas. En el audio se escuchaban los ecos de una fiesta, con música de fondo. Era el ukelele. El único de todos los instrumentos de cuerda que se había podido llevar a Sudamérica, donde ahora viven ambos, sin tener que facturarlo aparte en el avión.

Tiene bemoles.

#SafeCreative Mina Cb

No hay comentarios:

Publicar un comentario