jueves, 16 de marzo de 2017

 


 GUITAR GHOST

Vio la funda al entrar y se imaginó cuál era el contenido. Se había colado en el camerino tras burlar al vigilante. Eso excitó al artista, quien entendió el mensaje de inmediato y se lanzó sobre ella, besándola con fuerza mientras la chica casi le arrancó la camiseta. Rodaron por el suelo durante diez minutos al cabo de los cuales la joven recompuso su ropa y, aprovechando que el músico había entrado al baño, agarró el instrumento y salió a todo correr por el pasillo, esquivando de nuevo al guarda y largándole al portero un cuento chino que el pobre se tragó sin vacilar.

No se había equivocado. Al llegar a casa abrió la funda y ante sus ojos apareció la fastuosa Gibson. Era bellísima y brillaba como una joya. La tomó entre las manos y pudo ver el reflejo de su sonrisa sobre la satinada caja. La acarició con las yemas de los dedos y más tarde la colocó en un lugar privilegiado del salón, de cuyas paredes colgaban otras dos guitarras, también sustraídas a sus dueños. Pero ninguna tan hermosa.

Era más de medianoche cuando el sonido la despertó. Venía del salón. Al entrar en el mismo comprobó que la Gibson había desaparecido de su sitio y que era su dueño quien la tocaba, sentado en el sofá. Se quedó de una pieza. Fue un momento tan solo, una especie de flash que duró tres segundos tras los cuales el sonido cesó y la guitarra lucía de nuevo en su lugar. Al despertar, la misma melodía sonaba en la radio acompañando a la noticia de la muerte por sobredosis del artista. Se quedó inmóvil en la cama. Volvió al salón y comprobó que la guitarra continuaba en el punto en que la había colgado. Intentó descolgarla pero no fue posible. Parecía pegada a la pared; inusualmente pesada y fría como el hielo. Se marchó al trabajo y regresó bien entrada la noche. Apenas se metió en la cama el instrumento comenzó a sonar de nuevo. Esta vez no se atrevía a levantarse. Se tapó los oídos y permaneció acurrucada bajo las mantas hasta que la música cesó, de madrugada. Aquella misma tarde fue a una agencia inmobiliaria para poner el piso en venta y mientras encontraba un comprador se instaló en casa de una amiga. Al cabo de dos meses lo vendió. Encargó el desalojo a una empresa de mudanzas, especificando a los operarios que dejasen las guitarras a los nuevos propietarios, puesto que así lo habían acordado. Encontró un ático pequeñito y muy coqueto que pagó a tocateja. El día que le dieron las llaves compró una cafetera, unas cortinas para el baño y un sillón de anea. Iba tan cargada que tuvo que entrar de espaldas. Al girarse de cara a la sala, que estaba justo en frente de la entrada, los ojos casi se le salieron de las órbitas.

La Gibson la esperaba colgada en la pared.

#SafeCreative Mina Cb

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