domingo, 12 de marzo de 2017

 


 HÉPATOS

Le gustaba el tinto más que nada en la vida. Y aún encima era del Norte, tierra donde el chiquiteo es todo un rito. De modo que cada tarde, a la hora señalada y en el sitio de costumbre, iniciaba con la cuadrilla la peregrinación de bar en bar hasta la hora de la cena. Era tal su afición que incluso se echaba tres o cuatro tintos solo, camino de casa, cuando el resto ya se habían retirado. Y tal su resistencia que sobrevivió con robustez a todos los parroquianos, a los que la edad y los achaques fueron retirando, primero de las salidas y después del mundo de los vivos, circunstancia que no impidió que él continuase, día a día, llevando a cabo el mismo recorrido hasta una infausta noche en que al volver a casa, tropezó en la escalera y se cayó, dándose tal golpe en la cabeza que murió casi en el acto y sin sufrir un ápice.

Su viuda decidió, dado lo repentino del deceso y pese a los cerca de ochenta tacos del finado, donar todos los órganos que pudieran ser de utilidad.

Tan sólo el hígado sirvió.

#SafeCreative Mina Cb

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