jueves, 6 de julio de 2017

 


¿QUIÉN NECESITA UN REVÓLVER TENIENDO CIERTOS INQUILINOS?

Yo siempre había querido tener un animalito. Desde la infancia: un amiguito peludo y cálido con quien jugar. Pero mi madre que no quería ni oír hablar de mascotas, insistía en que lo que yo necesitaba no era un perro, sino un novio. Pero yo, que soy bastante cabezona, desoí sus consejos y en cuanto tuve un piso para mí solita me puse manos a la obra y, mira por donde, me tropecé a la vez con dos animales de compañía:
El primero era un chico moreno bastante resultón que me vaciaba la nevera y el cajón del embutido. El segundo era un felino más silencioso y menos gorrón.

Lo que yo no sabía por aquel entonces era que con las mascotas pasa como con los melones... que hasta que no los tienes en casa y los pruebas no sabes cómo te van a salir... Y una vez cerrado el proceso de adopción, adquisición o lo que sea, no hay manera de devolverlos a su lugar de origen...

Yo escogí una linda gatita de ojos verdes... era chiquitina, tenía la cabeza grande, y esas orejitas puntiagudas que hacen de los bebés felinos unas criaturitas tan adorables...

Cuando llegamos a casa, le coloqué una confortable cestita al lado del radiador y metí dentro una manta vieja... le puse un platito con comida y otro con agua y le preparé una bandeja de arena.
El animalito, para responder a mis atenciones, se escondió detrás de la pata de una mesa y permaneció allí durante varias horas, mirándome como si mi intención fuera la de engordarla para servirla en la cena de Nochebuena. Finalmente, me cansé de esperar a que saliera de su escondrijo y me fui a dar una vuelta.
Cuando volví a casa unas horas más tarde, la gata se había zampado toda la comida, se había hecho pis y caca en mitad del salón y yacía espatarrada sobre el sofá, ocupando mi sitio. Cuando intenté moverla, agitó su pequeña y dulce patita y me sacudió un zarpazo en la muñeca que estuvo a punto de costarme la muerte por desangramiento.
Entonces tuve claro que mi vida ya nunca iba a ser la misma; que, durante al menos 10 años, que es más o menos la esperanza de vida de un felino doméstico sano y bien alimentado, había de resignarme a compartir mi sacrosanto sofá con la fiera aquélla, y que ojito si sólo por un momento intentaba disuadirla de ello, porque entonces corría el riesgo de que me saltase a la cara para destrozármela mientras dormía la siesta.

Pero aquéllo sólo fue el principio: no sólamente era agresiva, sino también huraña... y viciosa. Lamía los golletes de las botellas de cerveza, y cuando alguien venía a casa, o bien se escondía en un armario, o bien bufaba, gruñía y arañaba a mis huéspedes... De hecho, este eventual riesgo de que mi mascota acabara con mi vida social, y sobre todo amorosa (estuvo a punto de despedazar a mi novio cuando éste se vino a vivir conmigo) fue lo que me hizo plantearme su abandono...

Pero... ¡Ay!
¿Alguien entre vosotros se ha embarcado alguna vez en la difícil tarea de desprenderse de un animal de compañía? Porque a ver, tú tienes un marido que se te funde la pasta y, aprovechando una de sus ausencias, haces las maletas, le dejas una nota en la nevera y luego le mandas a tu abogado y sanseacabó. Pero tienes una mascota que te maltrata y la cosa cambia. Si es un pez aún puedes echarlo por el desagüe, pero si es un gato o un perro y te planteas (sólo te planteas) desembarazarte de él... ¡Ay, amigo....! ¡Éso son palabras mayores!

Sí, porque primero te encuentras con el rechazo de la sociedad... sobre todo de la Protectora de Animales, que te dice que te jodas y bailes, que si fuera un hijo también tendrías que cargar con él... luego con el del veterinario adonde vas a comprar la píldora para poder adormecer a la fiera y echarle el guante para meterla en una jaula... y finalmente con el peor de los jueces...
¡¡¡Tu propia conciencia!!!
Que cuando ya has comprado la pastilla y tienes preparada la carne para esconderla, cuando ya has hablado con un amigo que cría gatos en el jardín de su casa y ha accedido a acogerla, cuando ya has preparado la jaula, cuando ya estás decidida del todo... La meteorología y tu Pepito Grillo se confabulan en tu contra y empieza a nevar.. pero no cuatro copos de nada...
No...
Un temporal como para organizar una carrera de trineos...

Y el animal te da pena... pobrecillo, míralo, con esos ojitos verdes, maullándote lastimeramente desde detrás de la pata de la mesa donde se escondió el día que lo trajiste a casa... y tus ojos se llenan de lágrimas... tantos recuerdos, tantas cicatrices en los brazos, tantos desgarrones en la colcha..

Y finalmente te acercas...
Lo abrazas...
Lloráis juntas...

Y le pones a tu novio las maletas en la puerta.

#SafeCreative Mina Cb
(Del blog "Bridget Jones era anglosajona y además de mentira")

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