domingo, 3 de diciembre de 2017

La imagen puede contener: cielo, nubes, montaña, naturaleza y exterior 


 DICIEMBRE

Se ha templado el viento y el cielo se azulea, como tregua invernal de escasa duración. Ayer nevó en el norte y el blanco cubre las cumbres del Moncayo, nimbadas de nubes blancas voladizas. Los árboles se agitan tenuemente y los ocres matojos otoñales se inclinan hacia la tierra seca.

Diciembre es un mes raro. Un mes para los raros. Un mes frío y apocalíptico del que la muchedumbre trata de escapar encendiendo bengalas y luces de colores. Como si el hombre tuviera miedo de la oscuridad que le enfrenta con su esencia. Como si hubiese que suplir de forma artificial este descanso merecido de la naturaleza, que necesita replegarse para emerger de nuevo, enérgica y brutal, al despuntar la primavera.

Diciembre es el mes de los extremos. Esa época del año en la que los amigos de exhibirse despliegan su plumaje, como pavos reales, y se muestran al mundo, coloridos y ufanos cual terreno arco iris. Pero es también la época en la cual las gentes raras, esas que se recogen como erizos al menor contacto de la mano ajena, se repliegan y agazapan en sus madrigueras, atrincherados bajo mantas y alejados del barullo comercial y de los engorrosos compromisos navideños, amedrentados casi ante la magnificencia de este invento de la especie humana, siempre empecinada en huir de los silencios como si así exorcizase el inexorable paso de los años...

Y la vida.

#‎SafeCreative‬ Mina Cb
Imagen de Juan F. Peñas Viso

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