sábado, 6 de enero de 2018

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 CREYENDO DE VERDAD

El año pasado me levanté hecha un flan. La noche anterior había dejado una bota en el balcón. Con una carta dentro. Que yo todo lo que consigo parece que tiene que ser a base de palabras. La bota, como era de esperar, estaba como la víspera pero hecha un témpano. Porque aquella noche hizo un frío de cojones. Y la carta ahí seguía; ignoro si la leyeron porque no tuve ni el detalle de ponerles pan. O moscatel, que conforta más en una noche gélida. Pero no sé si será porque la carta les gustó o porque lo que pedía no era nada del otro jueves, el caso es que no tardando mucho la estrella de sus majestades me hizo un guiño. Una cosa modesta pero un guiño al fin y al cabo. Que si una es lista y está un poquito al loro pues lo ve. Así que seguí confiando en los reyes, en la magia y en la divina providencia. Y currándomelo, que nada sale gratis. Ni siquiera los sueños. Sin desfallecer y echando el resto en ello. Que, como bien dice mi querido amigo Alejo, las cosas solo suceden cuando uno cree en ellas de verdad. Y así fue como, muy poquito a poco, el barco llegó a puerto sin que yo pudiese siquiera a darme cuenta. Con tesón y creyendo.
Creyendo de verdad.

He buscado esa carta durante todo el año. Se extravió a buen seguro entre el caos de mis estanterías. O quizá terminó en la caja de los papeles reciclados y fue al contenedor. No lo sé. Quizá estaba escrito que desapareciera. Que no quedara rastro de esa petición mía tan peregrina y tan impropia de una persona de mi edad. Tal vez un día la encuentre mientras busco, no sé, un recibo del agua o una nómina. Y tal vez para entonces ni siquiera recuerde haberla escrito.

O tal vez sí...

#SafeCreative Mina Cb

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