viernes, 16 de marzo de 2018

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 DEMOLICIÓN

A los edificios derruidos les falta siempre una mano cubriendo las vergüenzas. Se exhiben, tímidos y azorados, mostrando al paseante lo que en el pasado fueron, dejando al descubierto los rincones en los que habitó la intimidad, ofreciendo a la lluvia y al sol impenitentes sus papeles pintados, sus cuadros, sus cortinas, las molduras que cubrieron sus paredes, los objetos que sus moradores olvidaron involuntaria o bien deliberadamente el día en que dejaron de habitarlos. Tal vez estas estancias fueron utilizadas hasta casi el momento del derribo. O tal vez no. Casi se puede aventurar observando los restos con detenimiento: la vetustez que unida al polvo cubre algunas zonas dotándolas del atractivo que solo el abandono es capaz de otorgar a los espacios; los zócalos y molduras arrancados, el desvaído color de las paredes, los recios cortinajes desfasados... Y luego la ruptura de los muros, las marcas del arranque de tabiques que antaño separaron las estancias, los restos de alacenas y cuartuchos y ese ridículo perfil de la escalera, dibujado en el fondo y partiendo la estructura como un rayo que llevase hacia el cielo o hacia e infierno incluso. Historias que ya nadie escribirá y que tuvieron lugar entre esos muros: personas que rieron y lloraron, que murieron incluso y que legaron a sus descendientes esa propiedad. Vidas que comenzaron y acabaron, o no, en esos espacios hoy vacíos a los que el caminante mira, cuando pasa, con una sonrisa que aúna la nostalgia y la curiosidad, mientras la excavadora, descomunal y amenazante, custodia su tesoro.

#SafeCreative Mina Cb

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